martes, 4 de diciembre de 2012

La estación (cuento a la mínima expresión)





Su boca susurraba el gusto a miel del penúltimo trago, se había escapado de la parte de atrás 
de la vida y ya ni un tango le quedaba dentro del sombrerito, ni un tango ni un agujero.

Tenía gusto a hembra, olía a mujer, se soñaba niña. 

Si se pudiera adivinar en que flor llega la primavera, si la lluvia  que apaga el fuego se pareciera tan solo un poco a su espalda minúscula, lacerada por andar prepoteando  tristezas, solitaria.

Si el fuego se resistiera más.

Su cuerpo se estremecía en el medio de las baldosas negras de la estación, con sus dos brazos en cruz desafiaba el olvido y en un arrebato, soltó dos lágrimas y el último pedacito de amor que le quedaba .

Nunca supe que pasó  cuando llegó el tren. Solo sé que la espero en un viejo bar, para el
último trago.





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