se rozan al oído
mis dedos planean tu piel
se masturban
recrean tu cuerpo
uno debería tener más de diez dedos
y más de diez días
para poder soñar tu rostro
acariciar tus labios
uno vive en sus dedos
que estremecen su alma
percibiendo los mundos
tu mundo y el mío
tus dedos y los míos
albañiles de una eternidad que nace en la caricia
tibia, complaciente
mis dedos también complacidos
te regalan un saludo
se refugian en mis bolsillos
y junto a mis pasos
lentamente
se pierden acompañando
la hilera de álamos
que mi razón inventa.