Sus manos olían a día de lluvia
a abrazo en la inquietud de la noche
a piedad, a mujer,
sus manos se sabían manos y
no mentían las caricias de la aurora,
sus manos eran obra de dios
que para ser ateo es decir mucho,
sus manos no sabían rezar
pero eran plegaria en los silencios,
sus manos inventaban sombras
en las paredes de mi alma,
sus manos amasaban pan
sonrisas y madrugadas,
sus manos escribían la comedia
y al mismo tiempo aplaudían,
sus manos eran sueño, melodía y
ráfaga de ilusiones en la tarde,
sus manos se llenaban de cielo
pidiendo explicaciones
y se construían entre caricias y adioses en el aire.