TIBIEZA

Refugio en penumbras , calor distraído

sueño

estremecidas de piel tus manos lloran el gris de la tarde 

te llamo

cerrar los ojos y que el mundo se haga azul 

verde 

rojo fuego en la tarde, 

la belleza suele buscar un lugarcito tranquilo donde masturbarse,

tus ojos , suaves , tibios 

amanecidos de tanto madrugar y 

buscar abrigo en las palpitaciones de la luna 

llenan mi ser 

estafando a la eternidad , disfruté de un segundo de tu cuerpo.

Tan lejos

Tan lejos, tan distante,

mis ojos hacen la fuerza de cien marineros 

tratando de recoger la red en donde descansa tu pelo 

tu sonrisa miente cercanía, casi puedo tocarla, 

te vas 

ni el mar, frío y negro, devuelve  los pedacitos de esperanza que regalaste en la tarde 

te vas 

aunque nunca supiste de los ríos de esta patria, de soledades en cuero

te llamo 

llenando mi botella, de soles redondos y amarillos

de fascinaciones robadas a la eternidad de un  cuento

te llamo, 

lo hago como puedo, mis manos no saben hablar, ni gritar 

la ausencia de tu cuerpo.

TANGO

Una mirada, una chispa y el temblor se convierte en

espalda, desnuda, suave

la sal seducida por un talle abandona las estatuas y

transmuta en movimiento, líbido, transparente

los ojos sueñan, ellos se presienten y los pies doblegados

simplemente obedecen,

la pasión, con vicios de equilibrista camina sonriente por su escote,

rubor, vergüenza de que el bandoneón los crea uno y deje

de sonar,

ansiedad, por querer saborear la eternidad en el instante que

transcurre entre segundo y segundo

y en el desangrado, vertiginoso e inevitable compás final

los cuerpos desmembrados de Ser zigzaguean el horizonte 

la ·última hora de la noche  comulga con lo mágico y lentamente

se hace día.

REENCUENTRO

Un silbido negro de pájaros y mandolinas cerró sus ojos

Los cabellos envalentonados por el viento purgaban por violar su escote

El sol creó sus sombras solamente para estar más cerca

y cuando la soberbia de un momento se pensaba eternidad

el capitán la besó

La prostituta

El día ya transpiraba una luz azulina,

los sueños del rímel abdicaban en su mejilla,

su piel vomitaba el olor del ·último hombre y

en el ruido de los tacos se destilaba su esperanza,

con el nombre guardado en la cartera y su

corazón envuelto en una servilleta de papel

huía de la noche.

Los árboles parecían entender la resignación.

La niña

La noche destilaba la inocencia

y en sus ojos el deseo masticaba miedo.

Las manos trataban de ocultar el veredicto de sus mejillas,

la noche humedecía un cigarrillo mal fumado

y una bocanada de humo destilaba agradecimiento.

La sonrisa de él circunvaló el gesto

y con ademán reverencial dejó dormida la ternura en sus senos.

Sus soberanías se quebrantaron suavemente

al tiempo que sus vientres martillaban amor.

Sólo una mirada bastó para marcar al unísono

el sosiego acompañó la ·última caricia y

la noche rescató de un  sismo la pasión