Recorriendo la rivera de tu cuerpo
fuimos justo a parar abajo de tu tibieza,
me llenaste de tarde y arroz con leche la mirada
y por la ventana entre la resolana y tu alma
lejana del calor del verano
y de tu marido,
cerraste las cortinas
acariciaste las sombras de tu cuerpo en mi cuerpo
arrullaste la vida y
las sombras fueron dibujando los rincones de la habitación
y encastrado en tu abrazo
fui sueño, tarde
y milagro.
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