y un cielo baja a nuestro sol
la tormenta lava los excesos de la humanidad de José
que deja de existir, deja de llorar
que ya no se alimenta de lo que yo diga
ni arma sus pasiones en un bar entre borrachos y prostitutas
un José que hay noches en las que se parece a mí
otras en las que se desnuda de vos
madrugadas en que liba los sueños de tu cuerpo
y mañanas que le duelen
que le duelen mucho, mucho.
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