Estas no son palabras de amor, ni de odio,
casi que son parte de un silencio abrumador.
Estás llena de silencios, silencios de los que duelen, de los que pasan despacio entre las sombras, entre tus sombras y los que hacen sombra en mitad de tu día, estás llena de silencios, de adioses por la mitad, de cabellos negros y mentiras, de un montón de hojas de otoños viejos, de navidades sin Dios, ni niño, estás vacía de mí, de mis manos intentando ser más manos entre sueños de piel tuya, estás cada día más hermosa en pleno olvido, estridente bocanada de un cigarro sin labios, de un mito de mujer que ya no fuma, estás y no estás en mis plegarias, ni en mis chimeneas, ni en las brasas que ninguna noche te vio dormir, no estás, yo sé que no estás, pero la muchedumbre miente y se atiborra en tu espalda esperando que te llame
y te llamo
y te nombro
y todos al unísono enarbolan caras, caras ya obsoletas de ser y sexo, caras de yo tampoco fui y distraídos y taciturnos se vuelven a vestir y emprenden la huida.