La oliva desprende su savia
en mi boca,
no lo esperaba,
estentor del vino
que ruge
en la suavidad
y conviven
como tú amor
y mi ansiedad.
EL JUEGO EN QUE ANDAMOS / Si me dieran a elegir, yo elegiría/ esta salud de saber que estamos muy enfermos,/ esta dicha de andar tan infelices./ Si me dieran a elegir, yo elegiría/ esta inocencia de no ser un inocente,/ esta pureza en que ando por impuro./ Si me dieran a elegir, yo elegiría/ este amor con que odio,/ esta esperanza que come panes desesperados./ Aquí pasa, señores,/ que me juego la muerte./JUAN GELMAN
La oliva desprende su savia
en mi boca,
no lo esperaba,
estentor del vino
que ruge
en la suavidad
y conviven
como tú amor
y mi ansiedad.
Luz de noche,
melancólica forma de llorar el día,
pájaro de lágrimas de viento
princesa nocturna de la osadía,
tus lágrimas llegan a escondidas
mienten sol como mienten cercanía.
Tus ojos negros como la vida
presagian la lluvia,
la agonía,
tus ojos detenidos
de alba y tiempo
adivinan
los restos de un amor
y la desidia
de no haber sabido
a que hora Dios
nos dijo que partiría.
Temblor de calle.
Dos niños abrazados al frío,
ayer escuchabas mi música y
la tarareabas de desnudez y tiempo
así, bajito
para que no se rompa,
tu mano estirada
sobre mi vida desnuda
y un silencio,
necesario contrapunto de tu voz
diciendo cielo, diciendo noche,
hasta mañana
y un mundo buscando soles
y los miles de otoños que se agolpaban en mi puerta
son los que hoy me llevan hasta los árboles de tu ayer,
ayer de besos tuyos
y espasmos míos
en ese temblor tibio de siesta,
húmedos instantes de desolación,
solamente de imaginar el castigo,
ante lo furtivo del acto.
Mis viernes de vino
Te extraño,
no sé dónde estás.
Vino y nocheSilencio,
eclosión de adioses
destinados a morir
superado
el fulgor de la sonrisa de Dios.
Silencio,
camino el camino de ese Dios
del Dios nacido en mis manos,
en mi piel,
en cada una de las auroras
que necesitó mi vida
para verte llegar.
Silencio,
regocijo del alma
inquieta
que a veces llora
agarrándose del viento
y no se quiere soltar.
Silencio
de puro interior crecido
navegando la espera,
soñando con las manos que una noche me convencieron de seguir
y de soñar.
Silencio,
repitiendo palabras
de sol y mates,
acariciando el verde
de un resplandor divino
que lentamente
ve la tarde que empieza a vajar.
Silencio.
Los ojos cerrados
un frío de pájaros,
la noche inminente,
y los finales me hacen llorar.