La noche destilaba la inocencia
y en sus ojos el deseo masticaba miedo.
Las manos trataban de ocultar el veredicto de sus mejillas,
la noche humedecía un cigarrillo mal fumado
y una bocanada de humo destilaba agradecimiento.
La sonrisa de él circunvaló el gesto
y con ademán reverencial dejó dormida la ternura en sus senos.
Sus soberanías se quebrantaron suavemente
al tiempo que sus vientres martillaban amor.
Sólo una mirada bastó para marcar al unísono
el sosiego acompañó la ·última caricia y
la noche rescató de un
sismo la pasión